Con aspecto de casa fortificada, fue posesión del convento de Sta. Ursula, de Jaén. En 1752 pasó a ser propiedad de Pedro Tomás García de Quesada y, posteriormente, de la familia Ochoa, por lo que también es conocido como casería de Ochoa. Estos propietarios dedicaron la casa a las labores del olivar y a la fabricación de aceite, además de su uso residencial.
En 1997 fue rehabilitado por el arquitecto Luis Berges Roldán.